Desde hace 8 años, decidió continuar con una práctica que antes realizaba su padre: caña con ruda. Las botellas con su preparado ya viajan desde Loreto a lugares distantes del país para quienes se aprestan para el 1 de agosto.

Las pequeñas botellas que contienen el tradicional brebaje de la caña con ruda y que comienzan a verse por las calles en Corrientes en estos últimos días de julio, comenzaron a prepararse entre abril y mayo.
Así lo hace Josefina Cantero, quien asegura que un buen tiempo de maceración le imprime mayor calidad a la bebida final.
Desde Loreto, ella continúa con una práctica que siempre supo hacer su padre. La iniciativa comenzó hace unos 8 años, en un momento en que su papá estuvo enfermo y no había podido cumplir con los pasos de la preparación. “Sus amigos lo visitaban mientras se recuperaba, y lamentaban que ese año no podrían beber la caña con ruda”, recuerda Josefina.
Así, al año siguiente, cuando una sobrina necesitaba reunir dinero para hacer un tratamiento de ortodoncias, pensaron que podrían retomar la preparación que su papá les había enseñado y no solo recaudar algo para esa atención odontológica, sino a la vez preservar ese conocimiento ancestral.
“Comenzamos con unas poquitas botellas, luego a lo largo de los años ese número fue creciendo, de 50 en los últimos inviernos a unas 200 que preparamos ahora”, relata.
Su padre, Mingo, es por quien la bebida toma el nombre en su emprendimiento. Y ya que aún está entre ellos se encarga de supervisar el proceso.
“Terminó siendo así un emprendimiento familiar, que se comercializa más en julio y antes de la fecha del 1 de agosto, pero que tenemos disponible todo el año. Hay una mayor demanda a partir del turismo, la gente visita Loreto por los Esteros y el Museo de Arte Sacro en distintos momentos y gustan llevarse regalos y recuerdos que son autóctonos, que nos representan”, asegura.
Así, sus pequeñas botellas con etiquetado y envueltas en telas de arpillera estampadas de manera artesanal con figuras de animales del Iberá, son expuestas en el Museo de Arte Sacro de Loreto, y es uno de los suvenires favoritos de los visitantes.
Además, a partir de esa expansión de la tradición que Josefina sostiene, “tenemos pedidos que ya estamos enviando a Rosario, Córdoba, Buenos Aires y San Martín de los Andes. La mayoría reserva su botellita para cumplir con los tres sorbos el 1 de agosto”, comenta.
Mercedes Gabriel Barrios, su compañero, a quien en el pueblo de 7.000 habitantes conocen como Mercy, colabora en parte del proceso. Y también en otras iniciativas que Josefina no deja de crear.
Además es artesana, esa es su principal ocupación. Sus creaciones a partir de tejer la fibra natural del Ysipó se fueron conociendo cada vez más, en especial al integrar la red de Artesanos del Iberá, un programa que implementó el Gobierno de la Provincia hace algunos años y “tuvo el gran impulso de Hada Irastorza, que nos conectó, nos orientó y siempre recomienda nuestro trabajo”, relató.
La loretana así participó con sus muestras, desde un corte artístico pero las mismas técnicas artesanales heredadas de los guaraníes, de las muestras de ArteCo en sus últimas dos ediciones.
“Cuando terminé la secundaria, nos pusimos en pareja con mi novio. Soñábamos con tener nuestra casa y nuestra familia. Y decidimos ir juntos a trabajar a Buenos Aires.
Con el tiempo, decidimos volver, y comenzamos a trabajar acá, mas vinculado a lo nuestro. Él sigue haciendo construcción, pero respalda con su tarea muchas de las iniciativas que van surgiendo. Fabricamos manoplas para una industria de caloventores que nos hacen pedidos, también ahora comenzamos a estampar remeras con imágenes del Iberá, y hace poquito nos pudimos comprar una estampadora de gorros”, relata.
Josefina no para. Habla pausado, pero entusiasta. A una iniciativa enlaza otra, y luego otra. Y así, con calidez, también recibe y abraza a los turistas que van llegando a Loreto, a descubrir sus encantos y su herencia guaraní. Desde allí, ya se con arte o con caña, trasciende fronteras.