De España a Yapeyú: Un mensaje, una placa en el cementerio y una herida que se cierra un siglo después

José Espejo y del Castillo llegó desde Madrid a la tierra del Padre de la Patria, donde falleció en 1913. Su sobrina nieta le escribió por Facebook a Jésica, una guía turística de la localidad, y desde ese momento todo cambió para ambas.

 

Corrientes sabe de protagonismos en historias grandes e inolvidables y, si hay un punto en el que esa épica late con más fuerza, ese es Yapeyú. Pero lejos de los libros de historia y de las cruentas y heroicas batallas, emergen relatos y vivencias que combinan el desarraigo, los conflictos familiares y heridas que se terminan de cerrar más de un siglo después gracias a la solidaridad.

Jésica Pérez es guía turística en la tierra del Padre de la Patria y, sin temor a exagerar, se puede decir que su vida cambió a mediados de este año luego de recibir un mensaje en su cuenta de Facebook. María, desde Barcelona, España, le contaba la historia de su tío abuelo, un inmigrante que llegó a Yapeyú en 1896 y falleció en 1913. 

Primero, me generó intriga; después, empatía con la señora María y, ahora, mucha satisfacción de darle tranquilidad a esa familia”

JÉSICA PÉREZ
GUÍA TURÍSTICA DE YAPEYÚ

“El primer contacto fue muy casual, yo casi no uso el Messenger y tenía un mensaje medio oculto entre las solicitudes. Ahí María me contaba que estuvo buceando en internet sobre Yapeyú y vio muchos posteos míos sobre turismo”, comenzó contando Jésica a República de Corrientes . 

La intención de María era contactarse con la Municipalidad para saber si había algún archivo sobre su antepasado, quien había luchado sin éxito para que su título de veterinario de España sea reconocido para ejercer en la Argentina. 

“No se encontró documentación en el Municipio”, contó Jésica. Pero, lejos de darse por vencida, se comprometió a recorrer el cementerio para tratar de encontrar la tumba del hombre en cuestión: José Espejo y del Castillo, nacido en Madrid en 1864. Lo que al principio fue solo un contacto ocasional devino en una responsabilidad asumida por esta guía turística, que se olvidó de los límites de sus funciones laborales y tomó el desafío como algo personal. Con un contacto ya cotidiano con María, fue cuatro o cinco veces al cementerio y se topó con muchas tumbas antiguas sin placas. 

Pero tirar la toalla ya no era una opción. María le avisó que llegaría en noviembre a la Argentina, más específicamente a Rosario, y su intención era visitar Yapeyú. El tiempo corría y Jésica, con la ayuda de su marido, no hicieron más que buscar información en un predio amplio y complejo. 

El hallazgo

El esfuerzo dio resultado: si bien no pudieron identificar la tumba, sí hallaron una chapa con el nombre de don José. La placa, típica de aquella época, estaba labrada con punzón, pero colocada en la tumba de otra persona. “La encontramos en la parte más nueva del cementerio, por lo que seguramente alguien encontró la chapa y la puso ahí”, contó. 

No se trata solo de una persona buscando los restos de su tío abuelo, sino de una herida familiar abierta que estaba a punto de cerrarse dos generaciones y más de un siglo después. Don José Espejo y del Castillo, cuando partió de España, lo hizo luego de haber discutido y en conflicto con su hermano –el abuelo de María–, y ese entredicho quedó siempre como una cuenta pendiente de toda la familia. 

María, que tiene unos 70 años, finalmente no pudo llegar a Yapeyú. La distancia, las horas necesarias de viaje y la escasa conectividad hizo que, a su edad, le resulte imposible un trajín semejante. Pero no hubo excusas, con la placa de su tío abuelo ya identificada, decidió cumplir con el mandato y cerrar el círculo con la ayuda invaluable e indispensable de aquella mujer de 38 años a la que contactó por Facebook meses atrás. 

María le envió a Jessica un dosier (conjunto de documentos) sobre su tío abuelo, además de una carta muy emotiva en la que le habla y le cuenta a José todo lo que pasó y qué fue de cada uno de sus familiares.

También le envió un paquetito con tierra de Barcelona. Pero la encomienda incluía otros dos objetos: una carta manuscrita para Jésica, en la que le agradece con hermosas palabras la ayuda que le brindó, y un turrón de España como regalito. 

“Trabajo en turismo y hablo siempre de la inmigración, pero ahora pude ver la otra cara. Siempre vemos los que llegaron, pero nunca los que quedaron, cómo siguió cada uno. Esto es sin dudas un antes y un después en mi trabajo y en mi vida”, contó Jésica. Y agregó: “Primero, me generó intriga; después, empatía con la señora María y, ahora, mucha satisfacción de darle tranquilidad a esa familia”. 

Ahora solo resta el último paso, que se concretará seguramente en pocos días. Jésica va a enmarcar la carta para José y, junto al poquito de tierra de Barcelona, la dejará en la cruz mayor del cementerio de Yapeyú.

Allí estará también esa plaquita que ella misma encontró con el nombre de José Espejo y del Castillo. 

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